Villafañe Emilio

Villafañe Emilio – Artes del fuego

La temperatura con la que trabajo aquí es de entre 980 y 1,050 grados. Hay para trabajar hasta 1,260. En la Argentina se trabaja entre 900 y 1,050 y 1,200 grados habitualmente. Para que después aparezcan todas esas manchas en la cerámica, yo lo hago en un horno que es un pozo en la tierra donde pongo las piezas con aserrín, viruta, hojas verdes. Si el objeto cerámico está vitrificado, este efecto no se puede lograr. La pasta tiene que estar porosa para que se logre este efecto. Yo hago tres horneadas: hago una en horno eléctrico que se llama bizcocho, una segunda en horno eléctrico que sería el esmalte de 900 a 980 grados y la tercera horneada -a no más de 700 grados- en un pozo donde pongo aserrín, viruta y hojas. Lo que se hace en esta tercera horneada es marcar en la parte donde está el bizcocho. Esta técnica la aprendí en un encuentro donde conocí a un ceramista de Neuquén que estaba haciendo lo que se llama la "quema araucana" que es parecido pero no exactamente lo mismo de lo que yo hago. En esta técnica de quema araucana se sacan las piezas calientes y se ponen en hojas secas. Lo que yo hice fue ponerlas en hojas verdes para probar. Hay técnicas de origen muy americano como el negreado, por ejemplo. Ésta es una técnica en la cual con papel periódico uno va negreando la pieza hasta lograr el negro. Para hacer este tipo de cerámica se hacen hornos muy sencillos para baja temperatura porque esto no se trabaja a alta temperatura. De acuerdo al tiempo de exposición, el negro va en aumento hasta que queda un negro muy intenso. El esmalte rojo es un desafío que yo tomé para el compromiso de trabajo. Dicen que este esmalte hay que hornearlo a 1,020 grados y yo nunca pude obtener un buen color a 1,020; lo empecé a bajar y me di cuenta que a 980 yo logro el mismo resultado de ese esmalte que supuestamente me lo venden para trabajarlo a 1,020. Esos son los detalles que uno va probando en el oficio para tratar de armar el rompecabezas. Yo me considero un artesano porque el rótulo de "artista" está muy emparentado con cosas que a mí no me interesan. Creo que tengo una obra que puede ser considerada estética también pero es algo que no me importa. El producto que uno logra como imagen tiene que ver con una postura social. En mi discurso, si yo digo que soy artista, estoy hablando desde un lugar. Si yo digo que soy artesano, estoy hablando desde otro. Yo vinculo la artesanía con el oficio y con un medio de vida. El caso del artista no es necesariamente lo mío. Además, ahí se ponen en juego otras cosas: En la obra del artista es muy importante el apoyo que él pueda tener por parte de los medios. Si a un artista le hacen muchas notas y aparece en muchos medios, la gente cree que es un buen artista. Con los artesanos no pasa eso. La gente ve y le puede gustar o no. Yo creo que hay artistas que trabajan popularmente y hay artesanos que trabajan para la élite. Creo que tiene que ver más con una elección de vida. Yo elijo dedicarle un tiempo a mi obra y un tiempo importante al trabajo comunitario. Una de las cosas que más valor tiene en la cerámica es: Yo puedo hacer en una casa casi todos los objetos de cerámica de esa casa. Cómo no aprovecharla para que sea un oficio que le sirva a muchos para poder vivir?. Eso representa la identidad porque quien se pone a hacer cerámica lo que intenta expresar es lo que piensa, lo que él es y su cultura. No solamente la imagen figurativa. Hay otras imágenes por ahí que tienen que ver con cuestiones internas: con sueños, con fantasías, con ideas. Eso tiene un gran valor.

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